"Mi amigo"
Hogar de Ancianos
Describir el Hogar de Ancianos de Palmares es para mí como describir la relación entre un cargador y una batería, por supuesto que en este caso el Hogar es el cargador, y yo soy la batería.
Cada viernes por la tarde tuve la asignación de ir a visitar el centro para adultos mayores de la comunidad; el último día de la semana es bien sabido que se torna cansado, agotador e incluso el malhumor se manifestaba de vez en cuando. Y además tengo que confesarlo, el único lugar al que yo evitaba a toda costa asistir: el Hogar de Ancianos, pero debo admitir que fueron buenas las recomendaciones de mi coordinador de CAS quién insistió en qué también nos conocemos a nosotros mismos por medio de aquello que no nos agrada.
Es aquí, donde el cargador recarga la batería, y yo, mi viernes, fue cada vez un día mejor. Entender a los adultos mayores, algunos con demencia, otros con una natural descortesía, otros repletos de ganas por pasearse y hablar, es que todos, absolutamente todos necesitan compañía. La experiencia en el Hogar de Ancianos me permitió llegar a comprender que una de las mejores conexiones es la que existe entre un joven y un adulto mayor. La sabiduría y la esperanza juntos pueden profundizar conversaciones que no nos podemos imaginar.

Sin embargo todo lo que mencioné, es externo. No es trascendental. Lo que trasciende es el efecto humanizante que dejó el Hogar de Ancianos en mi corazón. Este Hogar me hizo entender un mundo que por miedo rechacé mucho tiempo: el de comprender la vejez. Llegar cada viernes y ver venir a doña Luisa corriendo para abrazarme y con sus problemas memorísticos decir "Mi amigo" es una sentimiento que no tiene precio. Las charlas de atardecer con Martita, que aunque no me recordara mi cara, siempre afirmaba que estaba consciente de que alguien venía a saludarla una vez a la semana.
Entre abrazos y risas, mi experiencia semestral en el Hogar de Ancianos de Palmares, la recordaré para toda mi vida. Me cambió. La recomiendo, porque también nos conocemos a nosotros mismos en lo que creemos que nos desagrada; pero, ¿cómo sabemos que nos desagrada si no los conocemos?
Yo me animé a intentarlo, y mi no solo se abrieron mis ojos, sino que también mi corazón.
¡Atrévase!
¡Atrévase!